Heterodoxia

Desde fuentes literarias y no sólo filosóficas, Heterodoxia se aplica a diseñar un modo de pensamiento en diálogo, en contraposición consigo mismo de manera dramática, en antinomias que no puede o no quiere disipar. A este libro no le son ajenas connotaciones de heterodoxia religiosa o ideología. En...

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Detalles Bibliográficos
Otros Autores: Fierro, Alfredo, 1936- autor (autor)
Formato: Libro
Idioma:Castellano
Publicado: [Valladolid] : Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo 2006
Colección:Ensayo Las Ideas
Materias:
Ver en Universidad Pontificia de Salamanca:https://catalogo.upsa.es/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=357163
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Descripción
Sumario:Desde fuentes literarias y no sólo filosóficas, Heterodoxia se aplica a diseñar un modo de pensamiento en diálogo, en contraposición consigo mismo de manera dramática, en antinomias que no puede o no quiere disipar. A este libro no le son ajenas connotaciones de heterodoxia religiosa o ideología. En el título y en sus páginas lleva gustoso y adrede esas connotaciones, pero no versa sobre ellas, sino sobre la categoría general de pensamiento alternativo, según la etimología: “doxa” = opinión; “héteros” = otro. Esta etimología resulta determinante en un concepto de filosofía como “doxa”. Los filósofos desarrollan un pensamiento que es “doxa”, opinión, no “episteme”, no ciencia estricta, aunque algunos de ellos, Husserl en preclaro ejemplo, hayan pretendido esto último. Cabe decir también: los filósofos trabajan con un pensamiento analógico; los científicos con pensamiento digital. Heterodoxia se desarrolla, pues, como un libro sobre opiniones y cuestiones inciertas: sobre el modo en que nos formamos juicios en ellas. Hay que puntualizar: no cuestiones inciertas en plazo provisional y a la manera en que en ciencia se está a la espera de que la investigación llegue a alcanzar un juicio cierto y sólido, sino sobre las duraderamente inciertas, aquellas donde a corto o medio plazo no se prevé respuesta de la ciencia. En ellas, los juicios inciertos, provisionales, no tienen por qué ser irracionales, ajenos al uso de la razón; pueden –y deben- ser resultado de procedimientos conformes a racionalidad. El libro versa, pues, acerca de los cauces en que cierto género de pensamiento racional –un pensamiento estimativo, valorativo, no científico- puede encarar y ha encarado cuestiones inciertas. Dicho en otras palabras: sobre los usos de la razón ante lo incierto; y sobre cómo manejarse como sujetos racionales en condiciones de incertidumbre. Ante esas cuestiones lo más fácil y frecuente ha sido la “auto-doxa”, la posición de uno mismo, del pensamiento propio convertido en orto-doxia, en dogma. Cada cual lo puede hacer: erigir en dogma lo que él piensa, o lo que piensa su institución de referencia y pertinencia, sea una iglesia o un partido; y a menudo así se hace. De hecho, suele reservarse la etiqueta de ortodoxia para la doctrina oficial de la persona o del grupo que se halla en el poder y que puede amordazar –o peor, encarcelar- a los discrepantes. De ahí deriva la noción convencional de heterodoxia: pensamiento del que tiene otra opinión, que se opone a la oficial o mayoritaria. La heterodoxia de que trata ese libro y el pensamiento -filosófico quizá- que le subyace abarca, en consecuencia y en intención, formas y sustancia de “pensamiento otro” por contraposición al dominante, pero, con generalidad mayor, también aquellas que pertenecen (a) a otras personas, pensamientos de otros, o (b) a uno mismo, esos “pensamientos otros”, que a veces nos cruzan la mente como un rayo de luz o que llevamos instalados, a manera de un rescoldo bajo cenizas, y que son contrarios a los que de ordinario nos dominan. El pensamiento racional, no ya el religioso o el ideológico, ha acostumbrado a manejar la incertidumbre en forma de confrontaciones, de tesis y las correspondientes antítesis, pero sin síntesis resolutoria. Heterodoxia se aplica a recorrer distintas figuras textuales, y no sólo filosóficas, de esa confrontación: de antítesis o antinomias irresolubles, no disolubles en síntesis. Es significativo que los primeros tratados filosóficos completos, los de Platón, hayan sido redactados en forma de diálogos. Hubo filósofos antes de Platón, pero de ellos quedan solamente fragmentos, no tratados sistemáticos. Es verdad que en los diálogos platónicos Sócrates -o “el ateniense”- acaba llevándose consigo la razón. Pero si así comienza la biblioteca filosófica hoy disponible, ¿no debiera tan insigne introito haber marcado mucho más el discurso de la filosofía occidental? Han sido escasos, sin embargo, quienes se han aplicado al estilo de diálogo en su escritura filosófica: entre los más eminentes, Hume en sus Diálogos sobre la religión natural y Diderot en El sobrino de Rameau. Hume razona la adopción de ese formato: “Cualquier cuestión filosófica tan oscura e incierta que la razón humana no pueda alcanzar respecto a ella ninguna proposición segura parece conducirnos naturalmente al estilo dialogado y conversacional”. En Kant se asume otra disposición en el debate acerca de lo incierto. En el corazón de la Crítica de la razón pura, deja clavadas con agudas flechas antinomias de la razón, como las relativas a la existencia de Dios y al carácter finito o infinito del universo. Las expone y confronta en columnas paralelas sin llegar a resolverlas. La filosofía no ha sido la única en hacerse cargo de las antinomias insolubles. También la literatura lo ha hecho, encarnándolas en interlocutores del diálogo dramático, sea en el teatro o en novela. Bruto y Octavio, en Shakespeare, Julio César, y el propio César incorporan éticas políticas contrapuestas. Cada cual tiene sus razones para obrar y autojustificarse como Shakespeare les atribuye. Pero éste los pone en escena y los deja ahí en su antagonismo sin decidir entre ellos. Igualmente en el diálogo entre Iván, a cara de perro, y Alioscha, fraternal, en Los hermanos Karamazov, Dostoievski no dice quién lleva la razón. En cuanto a las conversaciones que se traen dos que cabalgan juntos, Don Quijote y Sancho, ¿dónde se encuentra y qué piensa Cervantes? Es mediante dos discursos antagónicos como Cervantes aborda la incertidumbre de comienzos del siglo XVII, cuando han caducado la idea e ideales imperiales y no sólo los de la caballería andante. Junto al diálogo dramático, mucho menos frecuente, está el recurso a heterónimos. El pensamiento, filosófico o afín, que se expresa en Heterodoxia es muy deudor de Fernando Pessoa en sus personalidades poéticas –e ideológicas- distintas, correspondientes a experiencias que lo son de desdoblamiento y de multiplicación. Ahora bien, si la poética puede ser múltiple ¿por qué no la filosofía? La literatura no tiene la exclusiva de una forma de pensar que permite contradecirnos a nosotros mismos. El pensamiento filosófico no exige una reflexión sin fallos ni contradicciones lógicas. También en él tiene cabida lo que uno, en rigor, nunca piensa y lo que se le ocurre a ráfagas, le pasa por la cabeza como si fuera de otro o de un personaje de ficción. Un pensamiento filosófico potente ha de ser capaz, sea como Hume o como Kant, de hacerse cargo de las contradicciones. La filosofía puede ser practicada como una variedad de pensamiento dramatúrgico o de poética multiplicada en heterónimos. Es así como aparece la idea de un pensamiento no tanto y no sólo lógico, sino, además, sin perder eso, “hetero-lógico”: el que emprende cursos de razonamiento divergente, discrepando de sí mismo. “Pensar contra uno mismo” es el santo y seña de una filosofía como “heterología”, que también pudo haber sido título o subtítulo del libro. Y la capacidad de pensar contra uno mismo constituye, por otra parte, condición indispensable de ser plenamente receptivo ante el pensamiento de otros y, no en último lugar, condición de posibilidad de la tolerancia. Un buen modo de ilustrar el pensar contra uno mismo continúa siendo el de Kant: disponer la página en dos columnas, A y B, con razonamientos enfrentados. Se dispone así una decena de veces en Heterodoxia. En un lado se escribe “A, pero B”; en el otro, “B pero A”. Es crucial la sintaxis: el orden de los factores altera aquí el producto. A diferencia de la copulativa “y”, anodina y neutral, de simple yuxtaposición, las adversativas del pensamiento y de la escritura –“pero”, “aunque”, “sin embargo”- son todas ellas cruciales. Su buen manejo forma parte de las retóricas, tanto la del poder como la de la exhortación moral. También forma parte de un pensamiento heterológico, consciente de los “peros”, los “aunques”. En un planteamiento heterológico las relaciones entre filosofía y ciencia se dejan ver todavía del siguiente modo: ciencia y filosofía son, cada una, y recíprocamente, el pensamiento “otro”, la verdad “otra”. Ciencia y filosofía, dos clases de discurso con aspiración a enunciar palabras verdaderas, pueden, cada una, ponerle “peros” a la otra.
Descripción Física:267 páginas
Premios:Premio Fray Luis de León de Ensayo
ISBN:9788497183765