Sumario: | Desde la era cristiana temprana ya lo largo de la Edad Media, los teólogos realizaron un esfuerzo considerable para lograr una síntesis que reuniera la cosmología griega y la historia de la Creación en Génesis. En la construcción del Empíreo medieval, la morada de los Bienaventurados, la filosofía de Aristóteles demostró ser de vital importancia. A partir del Renacimiento, en gran parte en rebelión contra Aristóteles, los críticos humanistas de la Biblia, los reformadores protestantes y los astrónomos se propusieron desafiar la síntesis medieval. Especialmente eficaz en el desmantelamiento que siguió, entre los siglos XVI y XVIII, fue el concepto pagano de un universo infinito, resucitado desde la Antigüedad por los filósofos italianos Bruno y Patrizi. Inspirándose indirectamente en este último, las doctrinas de los pensadores franceses anteriores a la Ilustración, Descartes y Gassendi, se extendieron por toda la Europa católica latina a pesar de una considerable resistencia. A mediados del siglo XVIII, las autoridades eclesiásticas romanas reconocieron el fin del cosmos medieval, lo que permitió a los católicos enseñar la teoría del heliocentrismo.
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