Sumario: | La poesía de Carlos Edmundo de Ory ha sido una de las más silenciadas en el horizonte poético de nuestro país. En cierto modo, sufrió la prohibición desde las instancias oficiales en la primera posguerra, pues el poder no podía tolerar una poesía ligada a un movimiento, el Postimo, que mantenía de manera abierta sus contactos con el surrealismo francés. Recordemos que André Breton en el Segun¬do Manifiesto del Surrealismo (1930) proclamó la colaboración con el marxismo. Además, la poesía de Ory, basada en la transgresión del código poético realista, en el compromiso con el lenguaje y en la experimentación, fue atacada también desde la filas de la poesía comprometida, cuyo signo era la preocupación por la colectividad y la incidencia en la realidad. La figura literaria de Carlos Edmundo de Ory fue totalmente frivolizada, banalizada y menospreciada, sus intentos por instaurar una poética convergente con la vanguardia literaria y estética y con otras prácticas experimentales quedaron asociados únicamente a una vacía e irreverente provocación. Por ello su poesía fue alejada del centro del panorama poético y quedó instalada en la periférica zona de la marginalidad. En este territorio se en¬raizó y se erigió como paradigma de rareza y heterodoxia, una poesía que supuso la búsqueda permanente de las geografías más lejanas en su intento de penetrar, siguiendo a todos los maestros visionarios y místicos, en el misterio que se esconde en cada pliegue de la realidad. El rechazo y la distancia sufridos supusieron una nueva escritura establecida en la radicalidad lingüística y en la experimentación permanente, lo que significó una total demolición del edificio realista.
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