| Sumario: | Nunca como hoy se ha hecho tan evidente el aserto simmeliano de que el hombre es ese "ser fronterizo que no tiene fronteras", constatándose el hecho de que el hombre se pone fronteras, pero lo hace con libertad, de tal manera que pueda superar nuevamente esas fronteras, situándose más allá de ellas. La modernidad fomenta la transgresión. Esto también es un hecho. Así en la primera modernidad, la representada por la Reforma en el siglo XVII, la religión es revolucionaria fomentando el libre examen. Las utopías del progreso, a lo largo del siglo XVIII, recogerán el testigo de la religión y, cuando pensábamos que cuanto más moderna era una sociedad, más secular tenía que ser y, por ello, también menos religiosa, la religión ha "despertado" de forma plural y al lado de figuras como el ciudadano, el trabajador o la celebridad moderna, comparecen el creyente, el héroe nacional y el mártir-suicida-terrorista. Este trabajo aborda la naturaleza y el alcance de las claves interpretativas que subyacen a estas conductas y que aglutinan las luces y las sombras, lo sublime y lo siniestro, el Bien y el Mal, implícitos en los proyectos culturales de una serie de formas de ser y creer ser moderno.
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