| Sumario: | Evocando el título de la película de Coppola (Apocalypse Now), se pregunta el autor si no serviría también para titular nuestra hora histórica. Una hora en que los fascismos resucitan; las legiones de Trump, Bolsonaro, Salvini y Orbán cantan que "volverá a reír la primavera"; el aumento de los suicidios se convierte en noticia alarmante; los nacionalismos y particularismos del "primero nosotros" rebrotan como flores de cactus... en una alianza de sin sentidos donde los egos han sustituido a las razones, la tragicomedia del Brexit hace tanto llorar como reír, mientras los muertos en el Mediterráneo ya ni siquiera merecen atención, por cotidianos, como tampoco merecen atención los niños consumidos de hambre en Yemen. La trata y explotación masiva de niñas, los excluidos que ya no son necesarios ni siquiera para ser explotados, y el "precariado" como sustituto progresivo de la clase media son algunos de los colores que figuran en esta paleta de horrores que hace que nos preguntemos: ¿Apocalipsis hoy?
Pero "apocalipsis" no significa "desastre", sino más bien "revelación" (o reflexión) sobre la historia en momentos difíciles. Esa reflexión se despliega en una serie de páginas que meditan sobre el ser humano como pregunta (pasión inútil o pasión esperanzada?), sobre la sociedad como problema (¿son compatibles capitalismo y democracia?), sobre la sociedad como problema (¿son compatibles capitalismo y democracia?) y sobre la Iglesia, necesitada, como siempre, de reforma (no solo en sus estructuras, sino en su mismo lenguaje).
Retomando ahora una tesis de W. Benjamin, surge la pregunta de si la teología, como reflexión sobre la revelación de Dios que solo pretende "preparar en el desierto el camino al Señor", puede aportar algunos elementos útiles; si ese Dios se ha revelado como "buena noticia" y propone unos caminos de felicidad totalmente contrarios a esa "felicidad paradójica" (Lipovetsky) del consumo y la eliminación del otro.
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