| Sumario: | Presentación editorial: "En 1937, Nikita Kruschev definió a Stalin como el buque insignia de la humanidad progresista. Nacía en ese momento el progresismo ideológico actual, coincidiendo con un Stalin que acababa de asesinar a millones de ucranianos indefensos. Y en 1949, en el septuagésimo aniversario de Stalin, con el gulag asesino funcionando a toda máquina, Malenkov habló del dictador como guía para la humanidad progresista. No se sabe muy bien cómo y por qué, a partir de ahí esta ideología arraigó con mucha fuerza entre los intelectuales de Europa, que pronto empezaron a justificar cualquier política criminal que tuviera el marchamo de progresista. Sartre, el existencialista, no es ajeno a esta capitulación. Ni tampoco lo es Neruda, con su conocida oda a Stalin. Ni tampoco Picasso con su glorificador retrato de la figura de este terrible dictador. Ni lo son muchos otros intelectuales y artistas. Ni el mayo del 68 francés. Fuera como fuera, al final consiguieron entre unos y otros que el crimen —el crimen silenciado— se asentara definitivamente como una de las fuerzas motoras que caracterizan al progresismo. En esta obra se exponen las motivaciones últimas del progresismo ideológico, las más ocultas, las que consiguieron torcer la voluntad de tantos hombres y mujeres ilustres que aceptaron caer en la indigencia moral a cambio de ver cumplido un sueño."
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