Sumario: | Es precisamente la multidimensionalidad del mecanismo representativo el rasgo que le ha permitido adaptarse con flexibilidad a las demandas efectuadas desde diferentes visiones de la democracia. Paradójicamente, esa ambivalencia genera al mismo tiempo una insatisfacción permanente entre aquellos que no encuentran satisfechas sus posturas maximalistas sobre los rendimientos que entienden que la representación podrían llegar a ofrecer. En particular, quienes apuestan por una implicación directa y masiva de los ciudadanos en los asuntos públicos se enfrentan a límites de carácter sistémico. Por una parte, el liderazgo, la especialización técnica y la toma urgente de decisiones constituyen imperativos necesarios para gestionar la creciente complejidad de los sistemas políticos. Por otra parte, las virtudes atribuidas al demos por las teorías participativas chocan con una larga tradición de investigación empírica que pone de manifiesto elevados y persistentes niveles de ignorancia política en amplios sectores de la población. Quienes atribuyen virtudes taumatúrgicas a la participación popular olvidan a menudo que es el propio demos quien ha votado y reelegido masivamente a líderes y partidos de los que después reniega.
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