Sumario: | Todas las personas somos singulares y diversas. Reflexionar sobre la excepcionalidad y la singularidad de cada ser humano es tanto como hablar de su dignidad, su identidad, su libertad o, lo que es lo mismo, de nuestra responsabilidad a la hora de reconocernos como personas, de vivir nuestras propias vidas sin condicionamientos, de crear vínculos entre nosotros al margen de nuestras capacidades o discapacidades. La singularidad humana es el modo como cada mujer y cada hombre sienten y viven su proyecto vital. Por otro lado, reconocer la diversidad de las personas es admitir la variedad en nuestra sociedad. Cada persona, con su diversidad funcional ya sea con discapacidad física o intelectual, con altas capacidades naturales, con capacidades aumentadas biotecnológicamente o con capacidades ordinarias, no queda definida simplemente por dichas circunstancias condicionadas por la genética, la tecnología, la educación, la cultura o la sociedad, sino por la integración de todas sus dimensiones como ser humano. Al final, lo más importante es la esencia de cada ser humano, es decir, lo que la persona es. No obstante, la ideología transhumanista nos acucia a iniciar una transformación disruptiva hacia lo posthumano y nos sitúa ante el dilema moral de utilizar o no las diversas variantes del mejoramiento humano a través de la interacción e integración de las tecnologías emergentes en nuestro cuerpo y mente con el propósito de aumentar de forma exponencial nuestras capacidades físicas y cognitivas.
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