Sumario: | Pocas veces se dio la ocasión en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial de un acercamiento tan directo a las tinieblas como durante el juicio al teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, uno de los «ingenieros» de la Solución Final. Junto a la pensadora alemana Hannah Arendt, se sentó entre la prensa un promet edor escritor holandés, Harry Mulisch. Todavía joven, encarnaba la desgarradora complejidad de la época: hijo de austriaco y de judía holandesa «medio judío» por tanto, para los nazis, se libró de la deportación porque su padre colaboró con los ocupantes alemanes. En sus reportajes sobre el juicio, recogidos y afi nados en este volumen, Mulisch complementa a Arendt: si ésta parte de su formación académica y del rigor analítico, él ahonda en el abismo desde la perspectiva del novelista. Lo que le interesa no es tanto lo que hizo Eichmann, que también, sino quién era ese hombre de apariencia anodina y qué nos decía a nosotros y de nosotros.
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