| Sumario: | El apelativo de "generación del 25" referido a los arquitectos españoles titulados entre finales de los años diez y principios de los veinte del siglo XX, acuñado por Carlos Flores, estaba fundado en un hecho que marcó la forma de afrontar la arquitectura: la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París, de 1925. Fue allí donde Carlos Arniches, y quizá también Martín Domínguez, gestó el razonabilismo, latente ya en sus primeras obras. Ello le llevaría con su socio a interpretar el racionalismo imperante desde un punto de vista más personal que el adoptado por sus colegas, marcado por la aceptación de aquellos elementos y recursos de la tradición cultural e histórica propias que conviniesen en cada situación, reinterpretándolos libremente, sin prejuicios. Por eso carece de sentido calificar su obra como folciorista, academicista o culta: era todo eso y lo contrario, como demostraron en el Hipódromo de La Zarzuela. El desconocimiento de la obra completa de estos arquitectos, tanto conjunta e individual cuanto anterior y posterior a la Guerra, está en el origen de los errores de apreciación que se han cometido con estos arquitectos, y por ende con la arquitectura española del siglo XX. La idea de que el estudio de su obra iba contra "el único período interesante de la arquitectura española premoderna", marcó el origen del desconocimiento total de los dos únicos arquitectos españoles autores de una obra maestra que trascendiera nuestras fronteras: Carlos Arniches y Martín Domínguez, autores del Hipódromo de La Zarzuela.
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