| Sumario: | Vivimos tiempos fronterizos. La Modernidad representa el paso de frontera hacia una nueva era, como dijo Jaspers. El hombre/mujer moderno está orgulloso, y con razón, de sus grandes conquistas de autonomía: las libertades individuales y el descubrimiento de las ciencias y la tecnología. Acarició también grandes sueños de alcanzar una nueva humanidad: "libertad, igualdad y fraternidad". Pero todo ha desembocado en el fracaso de sus relaciones esenciales: el fracaso de sus relaciones con el Misterio, con los pobres, con la Madre Tierra y consigo mismo, derivando hacia un individualismo autista. Y la vida fracasa donde fracasan las relaciones. La VR, como hija de su tiempo, no está inmunizada de la atmósfera que se respira en los tiempos hipermodernos. Por eso lo primero que ha de hacer es preguntarse cómo anda de crisis de Misterio, de deseo de consumo, de olvido de los pobres, de tendencias al individualismo, de miedo al futuro... Pero la Modernidad representa al mismo tiempo una nueva oportunidad para la VR. Como "expertos en comunión" somos convocados a restablecer esas relaciones esenciales quebradas en la Modernidad. Para ello ha de seguir el proceso iniciado de salir del centro hacia las fronteras donde la VR ha encontrado, en sus momentos de revitalización, su hábitat y su biotopo más propicios. Ahí encontrará el "cerco fronterizo" donde plantar su tienda sioux, es decir, su fraternidad, para ser testigo de unas nuevas relaciones con Dios, con los pobres, con las culturas, con la Madre Tierra. El autor analiza diversos tipos de frontera: fronteras que habitar, fronteras que transitar, fronteras/muros que derribar, fronteras en las que echar puentes, fronteras/límite que avisan de un precipicio. Habitando en esas fronteras la VR podrá vivir este tiempo como una nueva oportunidad para volver a nacer de nuevo y para aportar lo más genuinamente suyo al mundo y a la Iglesia.
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