| Sumario: | ¿En qué consiste propiamente el ser humano? ¿En asimilar unas creencias y unas conductas o en echarse a andar por los caminos de la transformación del centro personal según Dios? Ciertamente no se oponen, pero según la perspectiva de la que se parta nos dará una identidad radicalmente distinta: una identidad social, marcada por la asimilación de contenidos externos, o una identidad personal, marcada por la transformación de la persona. El evangelio, en sintonía con nuestra cultura de la subjetividad, apunta hacia una dinámica de transformación de la persona desde su centro personal. La clave, entonces, será vivir en proceso. Pero vivir en proceso no significa diseñar una estrategia gradual de la asimilación de los contenidos cristianos o, si se trata de vida consagrada, en la asimilación responsable del propio carisma y de la forma de vida. Proceso no es asimilación sino dinámicas de transformación no programables del centro personal. Proceso tiene que ver, entonces, con vivir a fondo, con autenticidad existencial, con suscitar lo inobjetivable en los procesos de libertad, con asumir la limitación y las contradicciones insalvables de la existencia para vivir en fe y ser "en sí más allá de sí".
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