| Sumario: | Durante más de cuatro siglos, el prestigio de san Jerónimo y la erudición que demuestra en sus comentarios de los profetas —tanto más aplastante porque nadie en Occidente era capaz de verificar sus afirmaciones respecto a las versiones griegas y al texto hebreo del Antiguo Testamento— han desalentado toda competencia. Se han limitado a extraer resúmenes destinados a los numerosos lectores que la longitud de la obra y su carácter muy técnico no podían dejar de desanimar o repeler. Entre estos resúmenes, varios, como el de Corbie o el de Florus, se contentan con poner uno tras otro los pasajes previamente delimitados en un manuscrito completo. El de José el Escoto, discípulo de Alcuino, es el más acabado de todos. Con mucha inteligencia, el autor sabe ir a lo esencial y condensar en pocas palabras el propósito de su modelo, eliminando las consideraciones puramente técnicas y destacando, junto a la interpretación histórica, las enseñanzas de orden espiritual que se pueden extraer del texto. El lenguaje flexible y elegante da testimonio del dominio del latín que habían adquirido los eruditos formados en la escuela anglosajona.
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