Sumario: | Del largo 'Via Crucis' de Jesús nuestra mirada se concentra en siete pequeños fragmentos de su pasión: las siete últimas palabras que salieron de sus labios cuando estaba ya clavado en Cruz. Los evangelistas las recopilaron cuidadosamente para que las guardásemos en nuestra memoria y comprendiéramos cómo afrontó Jesús su muerte en Cruz; una Cruz que, desde entonces, es seña de identidad del cristiano. De ella se ha guardado recuerdo ininterrumpido y se ha convertido en objeto de mirada contemplativa. Puesto que la Cruz es la "hora" de Jesús, un momento de especial revelación y manifestación, nuestro acercamiento a esta Cruz y la Crucificado no podrá ser más que de expectación anhelante, de escucha lenta y de contemplación obsequiosa. Queremos mirar a la Cruz y escuchar al Crucificado para observar y acoger, para admirar e interiorizar. Atentos a los detalles, nos empapamos del misterio que se nos desvela, dejándonos interpelar, de nuevo, por el Crucificado para que sus últimas palabras resuenen en nosotros, en el "hoy" de nuestra historia personal y en el presente de nuestra sociedad.
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