Sumario: | Desde las «Semanas Universitarias de Salzburgo» (Salzburger Hochschulwochen) de 1937, en las que, bajo el título de «La teología como ciencia» (Theologie als Wissenschaft), personas muy competentes, como A. Stolz, K. Rahner y otros, trataron de actualizar teológicamente el antiguo tratado de la «Teología Ascética y Mística», han pasado ya nada menos que 77 años. Durante ese tiempo, el viento del Espíritu ha soplado intensamente con ocasión del concilio Vaticano II (1960-1965) y nos ha aportado preciosas novedades. Hemos visto aparecer sucesivamente obras significativas escritas por V. Lossky, De Guibert, P. Teilhard de Chardin, P. Evdokimov, J. Meyendorff, Th. Špidlík, H. Urs von Balthasar... Pese a todo, tal vez hoy sea más acuciante que nunca ofrecer al pueblo de Dios una síntesis, a la vez doctrinal y espiritual, que incorpore todo lo bueno ocurrido durante esos años en el ámbito teológico y vuelva a plantear de modo nuevo la espiritualidad íntimamente vinculada a la dogmática.
La humanidad de Cristo, la lógica del amor y el misterio trinitario, que en la muerte y resurrección de Jesús (la economía del misterio) pusieron de manifiesto su indisoluble dinamismo y unidad, quizá deberían ser, en opinión del autor, la columna vertebral de la Teología Espiritual Sistemática del futuro, síntesis de la dogmática y de la espiritualidad, horizonte y sentido de la evolución, y lugar de encuentro ecuménico con la Iglesia del Oriente cristiano; con el fin de que tanto el creyente como la comunidad orante interioricen contemplativamente la Palabra encarnada por obra del Espíritu, adoren al Padre en Espíritu y en verdad, y de este modo entren en comunión vital con el misterio de la santa e inefable Trinidad.
El intento que ve la luz en el presente libro tiene como objetivo trazar, partiendo del misterio pascual, las líneas maestras que en el futuro tal vez deberían vertebrar la vieja asignatura (Ascética y Mística) y pudieran servir de base para la formación teológica y espiritual. Un «esbozo» que indudablemente queda abierto a la crítica, deberá ser puesto a prueba, aquilatado por la corrección y, en último término, confirmado por la Iglesia.
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