Sumario: | Cuando, al día siguiente de ser elegido sucesor de Juan Pablo II, todo el mundo esperaba de Benedicto XVI -que a todos había empezado por sorprendernos favorablemente por el acierto de su nombre como Papa- declaraciones programáticas de tono solemne, él se limitó a decir con toda sencillez: "Mi verdadero programa es el de no hacer mi voluntad, de no secundar mis ideas personales, sino de ponerme a la escucha, en unión con toda la Iglesia, de la Palabra y de la Voluntad del Señor, y de dejarme guiar por Él, de manera que sea Él mismo quien guíe a la Iglesia en esta hora de nuestra historia". Desde aquel día, no se ha dejado de constatar que van en feliz aumento los espiritualmente conquistados por una manera de ser Papa que a todos nos trae a la memoria la imagen de un Jesús "manso y humilde de corazón" (cf Mt 11,29)
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