Sumario: | Experiencia artística y vital de la incomunicación, la de Felisberto Hernández (Montevideo 1902-1964), es, sobre todo, reflejo conjetural de la soledad, en cuanto desarraigo de lo sublime, y manifestación inconclusa del rotundo fracaso humano y estético, existencial y ético, de la que se premura por actualizar las lecturas, un grupo de sus lectores apasionados, amigos de su literatura, deslumbrados día tras día por esas grandes mentiras que revelan las más auténticas verdades, cual son las narradas por el gran montevideano. Afanosos por actualizar la lectura desde la perspectiva de medio siglo que ha transcurrido entre su ocultamiento definitivo del mundo de los mortales, a demostración de que el afán de Felisberto por no ser nada, por no representar a nadie es, quizá, el modo más trivial y denso, más auténtico y legal, de ser y estar en el mundo. Esta certidumbre lo condujo a inventar narraciones con un único objetivo: develar, desvelar y fabular el mundo en hechos estéticos perdurables. Tan duraderos que hoy mueven a interpretaciones y lecturas inéditas como las que se presentan en este libro, de escritores, críticos y académicos invitados por las Universidades de Milán y de Bérgamo convocados por las funambelescas y sabias ocurrencias de Felisberto. Para inventar con él cómo, sin proponérselo o sin saberlo, alteraba la percepción y la visión, desencadenaba al subconsciente, torturaba al inconsciente, agudizaba la irreversibilidad de la lógica, tergiversaba su ciudad y al ser. Al hacer visible lo invisible, liberando la mente de la jaula de lo real, que es espantoso y no maravilloso, tanto cuanto la desesperanza y el abismo, y con humor del más negro, Felisberto subvertía el orden antinatural de las cosas. Y lograba renovar su única y más auténtica verdad: la poesía: el más útil y versátil instrumento para hacer memoria, para atajar, hoy, el avance de la vulgaridad y la obscenidad de la in-cultura neo-liberal.
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