Sumario: | El libro "Ana de Austria. Infanta de España y reina de Francia", ensayo de la colección Los Austrias dirigido por Chantal Grell, aporta nuevos puntos de vista e interpretaciones sobre el reinado y la personalidad de esta reina. Este libro no es una biografía más de la infanta de España y reina de Francia. Bajo la dirección de la profesora Grell, catedrática de Historia Moderna en la Universidad de Versalles Saint-Quentin, se reúnen en él las investigaciones inéditas, apoyadas en un sólido aparato crítico y documental, de un prestigioso equipo de especialistas. La obra aporta además el más completo y cuidado repertorio iconográfico existente hasta ahora sobre el personaje. Todo ello convierte a este conjunto de estudios en una obra de referencia para los interesados en el siglo XVII europeo. Ana de Austria (1601-1666) tuvo una vida llena de dificultades. Como hija primogénita de Felipe III, asumió desde muy pronto un papel destacado en la corte madrileña y en la política internacional. Esa política llevó en 1615 a la alianza entre España y Francia con unas dobles bodas: las de Ana de Austria con Luis XIII y las de Isabel de Borbón con el futuro Felipe IV. Aquella unión entre las dos grandes monarquías católicas no tuvo, sin embargo, aprobación unánime en Francia y, a su llegada allí, la joven reina se enfrentó a una serie de contratiempos y desilusiones. Se la tuvo por responsable de la prolongada esterilidad de su matrimonio, se vio envuelta en las intrigas y conjuras del gobierno de Richelieu, y se la consideró sospechosa de traición a causa de su complicidad con España. Estuvo, de hecho, al borde de una humillante repudiación. Pero llegó el milagro con su tardía maternidad en 1638, que aseguraba la sucesión. Al quedarse viuda en 1643, reveló un indiscutible talento político como regente. Fiel al legado de Luis XIII, dio un firme respaldo a Mazarino y plantó cara a las amenazas de invasión por parte de España y a los conatos de guerra civil en Francia. Tampoco cejó en su defensa del poder real y de la integridad de su reino. En 1659, al llegar la paz de los Pirineos, legó a su hijo Luis XIV el estado más poderoso de Europa y finalmente se retiró de la escena política tras la muerte de Mazarino
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