Sumario: | En Colombia, la relación de los intelectuales con el Estado no ha tenido, por lo menos hasta mediados de los años ochenta del siglo xx, ni la amplitud, ni la diversidad, ni el sentido que adoptó la legitimación del orden político en América Latina. La característica esencial de los intelectuales colombianos hasta la década del sesenta fue su subordinación a los partidos tradicionales. Su relación con la cultura, con la política y con el Estado respondió a las necesidades de los proyectos políticos, liberal o conservador, y se inscribió en las posibilidades que estos partidos ofrecían. A comienzos de los años sesenta se inició la ruptura de los mismos con los partidos tradicionales y con las funciones que estos les asignaron, lo que permitió la constitución de un campo cultural plenamente autónomo. Desde este momento, y durante dos décadas, los intelectuales vivieron su edad dorada. A partir de los ochenta se forjó una lenta, y casi imperceptible, nueva relación con el Estado y, por supuesto, con la sociedad. El resultado, muy palpable a mediados de la década, no fue otro que el de la reincorporación de los intelectuales a la tutela del bipartidismo y el Estado. El péndulo giró nuevamente a la derecha...
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