Sumario: | Si hay algo que esteriliza la actividad creyente y empobrece a nuestro mundo, es la separación entre fe y vida. No basta con que la naturaleza -a la que hemos de cuidar como a la niña de nuestro ojos- sea un trasunto de la actividad creadora de Dios: es preciso, además, que en el ser humano, la obra cumbre de la creación, se transparente la gloria, la salvación y el amor de ese mismo Dios. Y en esto tiene una responsabilidad esencial el creyente, que, bajo la mirada acariciadora del Padre, se siente enviado, como Jesús, a combatir el mal con el bien, a vivir del perdón, a hacer efectiva la Alianza, a dar furtos de justicia y a hacer cada vez más accesible el Totalmente Otro a la luz del misterio pascual -muerte y resurrección- "hallando a Dios en todas las cosas" y haciendose cada vez más transparente a la gloria del Dios que es capaz de hacer de las piedras hijos de Abraham.
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